Llevo meses con esa palabra: extravagante.
En sí misma, es una palabra de peso,
larga, con sonidos diferentes y que si las palabras fueran plantas, pienso en una
hermosa y única orquídea de un color
inescrutable. Ese es mi limitada mente,
pero lo que según la RAE significa la palabra extravagante es: Que se hace o dice fuera del orden o común
modo de obrar. Raro, extraño, desacostumbrado, excesivamente
peculiar u original.
Y la palabra no ha llegado sola, sino que ha venido una
idea, un pensamiento, una oración: Dios extravagante.
Dime si no es así el Señor: extravagante en Su amor. En el
objeto de Su amor. En las maneras de mostrar Su amor. Original en sus formas de
enseñar, de hacerse entender.
El libro de Oseas, por ejemplo, nos da muestra una de esas
extravagancias: Dios le manda al profeta que se case con una fornicaria, la
haga su esposa , y tenga hijos con ella para así mostrarle al pueblo de Dios, cómo a pesar del pecado e infidelidad de
Israel, el Señor se compadece de Su pueblo obstinado:
“Con
cuerdas humanas los conduje, con lazos de amor, y fui para ellos como quien
alza el yugo de sobre sus quijadas; me incliné y les di de
comer. “ Oseas 11:4
“Te perdiste, oh Israel, más en mí está tu ayuda.”
Oseas13:9 RV1960
“Vuelve,
oh Israel, a Jehová tu Dios; porque por tu pecado has caído.” Oseas 14:1
Oseas no la tuvo fácil. Ni quiero imaginar lo que pensó. El
texto no habla sobre quejas o preguntas. Más bien vemos a un hombre obedeciendo
sin entender. Por reverencia y temor a Su Dios. Pero sabes la lección que mejor
podemos explicar, es la que vivimos en carne propia. Y por eso Dios,
generalmente primero trata con nuestra vida, con nuestro propio pecado e
incredulidad, para revelar, con toda Su paciencia, quién es El y el propósito
de las circunstancias que nos rodean.
Dios extravagante, sin duda, el que coordina y mueve mareas y
ballenas para enseñar a Jonás, Su profeta, que los planes divinos son sin duda
mejores que los del hombre. En el silencio del estómago del gran pez, Jonás
aprende que la soberanía de Dios es inescrutable, y lejos está el hombre de
entender:
” Y el SEÑOR dispuso
un gran pez que se tragara a Jonás; y Jonás estuvo en el vientre del pez tres
días y tres noches.” Jonás 1:17
Y Dios lo libera y le encomienda otras cosas, que, por
supuesto, Jonás no quería hacer y comenzando el capítulo 4:1 se queja de la
bondad de Dios:
Pero esto desagradó a Jonás en gran manera, y
se enojó. Y oró a Jehová, y dijo: Ahora, oh Jehová, ¿no es esto lo que yo decía
estando aún en mi tierra? Por eso me precaví huyendo a Tarsis; porque sabía yo
que tú eres Dios
clemente y piadoso, tardo en enojarte, y de grande misericordia, y que te
arrepientes del mal. Ahora pues, oh Jehová, te ruego que me quites la vida; porque mejor me es la muerte
que la vida.
Oh, querida, tenemos un Dios que es pura misericordia y
amor absoluto. Después de este “regaño”, quizá lo que Jonás merece es un rayo
fulminante, pero mira esto:
“Y Jehová le dijo: ¿Haces tú bien en enojarte tanto?” Jonás 4:4
Burros
que hablan, cuervos que alimentan profetas, aguas separadas, comida que cae del
cielo, pueblos liberados de la esclavitud, lanzados al destierro y de nuevo
rescatados. Y muchos ejemplos más. Y detrás de todos estos hechos, la mano poderosa
de Jehová, el Gran Yo soy.
Dios
extravagante, sin duda, cuando desde antes del tiempo previó y proveyó al
Salvador de un pueblo rebelde y pecador: Cristo. Dios extravagante que de una
virgen hace nacer la esperanza divina encarnada, a Emanuel, Jesucristo el Mesías.
Dios de maravilla, poder, y amor que en Su precioso Hijo
hace cumplirse más de 300 profecías que anuncian la salvación a su pueblo
infiel. Dios de maravilla que en el linaje humano de Cristo, incluye a una prostituta redimida, a un rey adúltero
(Mateo 1:16 Lucas 3:23) y muestra que El hace todas las cosas nuevas, que de lo
malo, saca bueno, que de lo despreciado, saca honor. Dios de maravilla que en Jesús, muestra delicadeza,
cuidado, amor hacia las mujeres, los niños, los pobres y despreciados. Dios de
milagros, que sana, restaura, revive, a enfermos, paralíticos, cojos y muertos.
Dios de amor extravagante para un mundo ordinario:
»Pues
Dios amó tanto al mundo, que dio a su Hijo único, para que todo aquel que cree
en él no muera, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo
al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo por medio de él.” Juan
3:16-17
Que
el Espíritu Santo que ya mora en quienes le aman y le reconocen (otra
extravagancia divina) toque nuestro corazón con un profundo asombro por nuestro
original, amado Creador. Que en tu corazón se grabe la reverencia y devoción
hacia el Altísimo, que mora en las alturas, y el corazón del quebrantado… Así que por eso estaba la palabra en mi mente: para regresarme al asombro por el Dios al que amo. Que sea así para ti, querida.
Bendito sea Su nombre
¡Bendiciones!
C
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