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martes, 21 de julio de 2015

DE UNA MISMA CIUDADANÍA.





Gracias a Dios que ha provisto mi vida de muchas amigas, queridas todas, Ayer por la tarde , varias mujeres y yo pasamos un tiempo juntas, buscando conocer más de la Palabra de Dios. Y en algun punto, después del estudio, empezamos a caer en cuenta de que la mayoría de las que estaban de ahí, habían llegado de otras partes del país y éramos poquitas - 2 ó 3 - las nativas de la región.
Y claro, yucateca como soy, empecé a sacar mis palabritas regionales que son bastante pintorescas y que a las personas de fuera, les suenan extrañas y chistosas. Y nos reímos mucho con todas las ocurrencias sobre los modos y modismos de nuestra jerga local, mientras llegaba el tiempo de despedirnos e ir a casa.

Y me quedé pensando en cómo es que Dios ha reunido a este tropel de damas de tan distintas ciudades, y nos ha juntado a su alrededor, dándonos una nueva perspectiva.
Más allá de ser de cualquier parte del mundo, nos une un vínculo eterno:

"Mas nuestra CIUDADANÍA está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo; " Fil. 3:20

Por la Gracia del Dios Fiel que nos ha amado y llamado, somos ciudadanos del reino de los cielos, la gran y nueva ciudad santa que resplandecerá al final de los tiempos, como nos cuenta Apocalipsis.
Por la muerte de Jesús, es que hemos sido hechos nuevos y adoptados por Dios, como pueblo suyo, como pueblo amado, heredero de las promesas del Padre. ¿No es esto asombroso? Nosotras, los que antes de conocer a Jesús vivíamos en el reino de las tinieblas, del pecado y del egoísmo, por el sacrificio de Cristo es que hemos sido presentadas ante Dios, como justas para ser llamadas ciudadanas de la Luz.
Nuestro punto de coincidencia, seamos rusas, jarochas o finlandesas, es la gracia de Dios a través de Jesús. Nada bueno había en nosotras, pero aún así, el hermoso y humilde Señor Jesús se compadeció de nuestra condición y necesidad, y con amor nos presenta a su Padre, y ruega ante El, por ti y por mí. Por todos aquellos que han doblado rodilla ante Su nombre, por todos esos caídos que sin merecerlos, han sido dotados de fe para reconocer Su señorío, Su poder, Su misericordia.
Así que, recordando que ya no somos ni de aquí ni de allá, podemos vivir esta nueva ciudadanía con gozo, con obediencia, con asombro y gratitud.

Desde un país lejano, lleno de pecado y tristeza, nos ha traído el Padre, para que le conozcamos , le amemos y le honremos por quien es El. Por el nombre de Cristo, es que en la eternidad habremos de ver esta Ciudad

"Después me mostró un río limpio de agua de vida, resplandeciente como cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero. En medio de la calle de la ciudad, y a uno y otro lado del río, estaba el árbol de la vida, que produce doce frutos, dando cada mes su fruto; y las hojas del árbol eran para la sanidad de las naciones.
Y no habrá más maldición; y el trono de Dios y del Cordero estará en ella, y sus siervos le servirán,y verán su rostro, y su nombre estará en sus frentes.No habrá allí más noche; y no tienen necesidad de luz de lámpara, ni de luz del sol, porque Dios el Señor los iluminará; y reinarán por los siglos de los siglos." Ap. 22:1-5


Querida amiga y hermana, que el Señor nos ilumine mientras andamos por este mundo, que en su paz y gozo sea nuestra victoria, porque la vida eterna, ya Jesús nos la dió, por pura y simple gracia. Bendito sea Su nombre. 

Clau 

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