Aquí en mi Mérida, se ha armado gran discusión por un accidente de tránsito de un auto invadiendo las escaleras eléctricas exteroriores de un centro comercial. Y ya sabes, todos somos buenos para opinar, para condenar o salvar a la chica de 18 años que ocasionó el accidente. En mesas y sobremesas, se discute la vida y obra de esta jovencita, que de entrada, ha sido acusada de robo de automóvil, lesiones y además, tiene que afrontar daños económicos serios, pues el seguro no cubrirá nada, a falta de licencia de la conductora. Unos dicen, que debe quedar en la cárcel, otros, reúnen dinero para pagar su liberación, pues su familia aparentemente, le ha dado la espalda. No sé qué sucedió exactamente, y las leyendas urbanas han comenzado a surgir. Lo único que a mi me queda claro, es que no fue a propósito. Es un accidente, de eso no hay duda ; de que es un grave error, tampoco. Y sabes, lo malo de los errores, es que nunca tienen esa apariencia antes de cometerlos. Es la misma cosa con el pecado. Nunca tiene una apariencia desastrosa ni que deje ver la gran cola de consecuencias que trae consigo. . Te diré lo que me decían cuando niña y hacia las cosas a mi modo y manera: “No te mandas sola, chula”, manera. Y hoy que ya no soy esa niña, esa frasecita ominosa retumba en mi cabeza cuando me equivoco, caigo, peco y me pregunto: ¿cómo llegué aquí? ¿Cómo no vi esto tan obvio? O tal vez digas algo así como: "nadie me avisó" "yo no pensé que... " . O simplemente digas y pienses y repitas: ¿otra vez?Prueba no superada, prueba repetida y reforzada, así me enseñó mi primera maestra de Biblia, que a veces parecía estar tratando con una chicuela de párvulos, en vez de una mujer hecha y derecha como decía ser. Y lo más peor - perdónenme la frase- del asunto, es que llegamos a esos errores y pecados, por nuestras pistolas. Por nuestras deseos.Por nuestras puras decisiones y elecciones. Por nuestros propios instintos. Siguiendo corazonadas. Dichos de humanos...Gracias a Dios que en Su misericordia, Dios actúa. Nos alcanza. Sale a nuestro encuentro en el nombre de Jesús y me recuerda que, por Su gracia, ahora soy una mujer diferente, una mujer para Dios.. (Esta última frase podría leerse en tono irónico). Y si esto es cierto- ser una mujer de Dios- antes de actuar, debo de orar al Señor. Preguntarle su parecer. Rogar su dirección. Sujetarme a Su voluntad.Pero a veces mi oración no es oración humilde ni deseosa de agradar a mi Señor Jesús. Sino más bien, es una declaración de lo que pienso hacer y creo es más conveniente a mi vida que lo que el Señor está mostrando.Hago la oración equivocada. De la forma equivocada. Con el espíritu equivocado.Y claro, no me doy cuenta de todo esto, hasta que me tropiezo y mi error, mi pecado es evidente y me agobia el agobio y me duele la negligencia y la imprudencia, y me duele, hasta las lágrimas, mi corazón desobediente al Señor.
He descubierto el siguiente principio de vida: que cuando quiero hacer lo que es correcto, no puedo evitar hacer lo que está mal. 22 Amo la ley de Dios con todo mi corazón, 23 pero hay otro poder[d] dentro de mí que está en guerra con mi mente. Ese poder me esclaviza al pecado que todavía está dentro de mí.24 ¡Soy un pobre desgraciado! ¿Quién me libertará de esta vida dominada por el pecado y la muerte? 25 ¡Gracias a Dios! La respuesta está en Jesucristo nuestro Señor. Así que ya ven: en mi mente de verdad quiero obedecer la ley de Dios, pero a causa de mi naturaleza pecaminosa, soy esclavo del pecado. Rom 7:22-24
Jesús. Ahí está la respuesta. En el Único y Suficiente. El que me ha revestido de una dignidad nueva y me ha presentado limpia al Padre. Él es único que me puede librar la diaria batalla con el pecado, con mis egoísmos que reaccionan a la menor provocación. .Pero necesito buscarle. Intensamente. Obedientemente. Reverentemente. Y orar al Espíritu Santo que me recuerde y diga que no me mando sola: Que el Señor Jesús ha pagado con su vida mi libertad y ha puesto en mi corazón Su palabra para vivir de acuerdo a lo que El decida.Sé que las Misericordias del Señor son nuevas cada mañana. A ellas oro, en el precioso nombre de Jesús, para dar consuelo y esperanza a aquellos, que hoy andan cansados de mandarse solos, y elegir mal.
Bendiciones,
C
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