Hace apenas unos días que recordamos la resurrección del Señor, y estuve leyendo Juan, capítulo 20. Ahí vemos a María Magdalena ser el primero testigo de la tumba vacía. La vemos correr a avisar a apóstoles y aunque el texto no lo menciona, seguramente regresó corriendo con ellos a ver qué había pasado con el Maestro, Dice la Escritura que los apóstoles regresaron a sus casas,
"Pero María estaba fuera, llorando junto al sepulcro; y
mientras lloraba, se inclinó y miró dentro del sepulcro; y vio dos ángeles
vestidos de blanco, sentados donde había estado el cuerpo de Jesús, uno a la
cabecera y otro a los pies. Y ellos le dijeron: Mujer, ¿por qué lloras? Ella
les dijo: Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto. “Juan
20:11-13
La palabra de Dios es suficiente y siempre atinada. Fíjate
cómo dice que María NO miró la tumba vacía, que le haría pensar en la
resurrección, sino que dice que se quedó mirando el sepulcro, mirando la
muerte. Y pensé en cuántas veces, como María, nos inclinamos a mirar adentro
del sepulcro, llorando. En nuestra vida, en este mundo, como hijas de Dios que
somos, vamos a atravesar esta tierra con batallas, con problemas y pruebas que
parecieran nunca acabar. Eso es inevitable. Pero lo que sí podemos evitar, es
estar mirando constantemente esas áreas muertas: quizá sea ese hijo rebelde,
quizá una enfermedad complicada y larga, quizá sea el esposo difícil con el que
haya que lidiar todos los días. O una economía dañada. O todo junto.
O quizá, como a muchas, tus circunstancias son totalmente favorables, pero adentro de ti, se respira un aire contaminado por muerte espiritual.
El verso dice: “mientras lloraba, se inclinó y miró adentro del sepulcro”. Es decir, María tuvo que hacer algo, accionar. Se puso en movimiento... para luego detenerse a mirar donde no debía. ¿Por qué hacemos esto? ¿Por qué a veces nos es más sencillo tirarnos a la queja, a la autocompasión y considerar todo un desastre, en lugar de recordar que la tumba está vacía?
O quizá, como a muchas, tus circunstancias son totalmente favorables, pero adentro de ti, se respira un aire contaminado por muerte espiritual.
El verso dice: “mientras lloraba, se inclinó y miró adentro del sepulcro”. Es decir, María tuvo que hacer algo, accionar. Se puso en movimiento... para luego detenerse a mirar donde no debía. ¿Por qué hacemos esto? ¿Por qué a veces nos es más sencillo tirarnos a la queja, a la autocompasión y considerar todo un desastre, en lugar de recordar que la tumba está vacía?
"Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no
quiero, eso hago.
Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí.
. Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí." Rom 7:19- 21
Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí.
. Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí." Rom 7:19- 21
Como dice el refrán, la cabra siempre tira al monte. Y
nuestra naturaleza caída, tiende a pecar. A dudar. A hacerse sus dramas y
harakiris mentales mirando lo que no, y olvidando quién es el que ha librado
nuestra alma. A ella, a María, le fueron quitados siete demonios (Marcos 16:9)
por Jesús. Y ella le había seguido mirando, siendo testigo del poder de Cristo,
y escuchando las promesas. ¿Qué pasó?
¿Qué nos pasa que bajamos la vista de Jesús? Las
circunstancias nos agobian y la carga parece aún más pesada. La escritura nos
dice y consuela
"¡Miserable de mí! ¿Quién me libertará de este cuerpo
de muerte? Gracias a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. Rom 7:25
Col 3:1 Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las
cosas de arriba donde está Cristo sentado a la diestra de Dios.
¿Hemos resucitado a una nueva vida con Jesús? ¿Por qué nos
inclinamos a mirar muerte, en lugar de levantar la cabeza y escuchar al que por
nombre nos llama? Al igual que a la mujer de Magda la, Cristo nos llama.
Delicadamente. Amorosamente. En el poder de Su voz deletreando tu nombre y el
mío, está la alegría y el gozo de hallar, al verdadero Maestro, al Señor de
nuestra vida.
Bendiciones, mi querida. El Señor contigo
No hay comentarios:
Publicar un comentario