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viernes, 1 de mayo de 2015

¿FUERA DE FORMA?




¿FUERA DE FORMA?
Con brazos y piernas temblándome, inclinada hacia abajo miraba caer las gotas de sudor, una tras otra y pensaba en cómo es que me había metido en este lío de Pilates. Semanas atrás me habían hecho la invitación y yo, autosuficiente como soy, dije que sí, que ahí me verían.
Pero no me vieron. La primera semana, el primer día, me olvidé de ir. El miércoles me enredé con actividades y el viernes ya no tuve excusa para no presentarme. Así que llegué muy valiente, confiada en que siempre he sido bastante flexible, y bueno, el trabajo diario de casa en algo ayudaría a la condición física...
Y comencé a estirarme, a ponerme boca abajo, apretar estómago, sacar pompis, jalar para arriba, torcer el brazo, doblar rodillas, y claro, a los cinco minutos, ya estaba con una cara de susto que la gentil maestra - una linda y flexible jovencita- se acercó a ver si estaba bien.
Los días que siguieron han sido de un constante, ¡¡ouch¡¡ cuando me siento, cuando me paro, cuando levanto los brazos... Y me ha encantado dar la queja - que no explicación- de cómo conseguí estos dolores varios y surtidos.
Y hoy de nuevo tocaba clase. Y me dolía tanto todo, que busqué pretextos para no ir. Pero no hallé más que mi propia cobardía, y la voz de Josué 1:8-9: " Mira que te mando que seas valiente y te esfuerces"...
Así que me fui, y aunque todavía me costó bastante seguir el ritmo de la clase, la coordinación, y todo lo demás, mientras estaba en el piso levantando piernas por 20 siglos, pensé en cómo el Señor usaba mi débil anatomía para darme unas lecciones de humildad y recordarme que mi cuerpo es uno de los medios que tengo para glorificarlo. Este cuerpo que nos ha sido prestado, es pasajero, pero es nuestra responsabilidad cuidarlo de manera sana.
"¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios." 1 Cor 6:19-20
Es evidente que condición física, no tengo y que llegué confiada en una elasticidad que hace años no ejerzo y que no seguí instrucciones... Pero Dios me ha traído pensando en la condición espiritual que tengo hoy... ¿Me estoy ejercitando diariamente en la palabra de Dios? ¿En su verdad?
“Ejercítate para la piedad; porque el ejercicio corporal para poco es provechoso, pero la piedad para todo aprovecha, pues tiene promesa de esta vida presente, y de la venidera." 1 Tim 4:7b-8
¿Estoy honrando la libertad que Cristo me dio? ¿Cuál es la condición de mi corazón? ¿Quiero hacer todo con mi propia respiración, o a través del aliento del Espíritu Santo? ¿En verdad, estoy corriendo la buena carrera de la fe, como dice Pablo?
Apenas ahora me levanté un minuto de mi silla y mis adoloridos músculos me hicieron quejarme, otra vez. Ahora nadie me escuchó. Sólo el Señor. Y también así debería ser mi vida diaria.
Sin quejas. Sin estar dispuesta a dar la explicación una y mil veces de por qué sufro tanto (según yo, por supuesto). Hablar con las personas sin angustiar a nadie con las circunstancias de mi vida. Hablar gracia y no queja.
"Andad sabiamente para con los de afuera, redimiendo el tiempo. Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal, para que sepáis cómo debéis responder a cada uno. “Col 4:6
Y presentar mi dolor, sólo ante el Señor. Acudir a su precioso trono de gracia para llenarme del consuelo de Aquel que conoce mi corazón y cada una de mis dolencias, pero que espera que mi orgullo se quebrante para acudir a Él.
Queridísima amiga, el Señor nos hace nuevas en Su palabra. Nos da la fortaleza que necesitamos para aguantar el agitado ritmo de la vida en este mundo. Que nuestro diario respirar, en medio de prueba y problema, sea en el purísimo nombre de Cristo.

Bendiciones! Que el Señor nos ayude.

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